Mi abuelo, Francisco Navarro López, hermano de Pasión, murió en un día singular, el 27 de febrero de 1969. Su velatorio coincidió con el gran terremoto que acaeció en Sevilla en la madrugada del 28 de febrero de 1969.
Biografía
Francisco Navarro López (Osuna, Sevilla, 4 de diciembre de 1889-Sevilla, 27 de febrero de 1969) fue un médico sevillano, fundador de la Clínica Nuestra Señora de los Reyes y 18ª presidente del Real Betis Balompié (sus nietos son una mitad sevillistas -como yo- y la otra mitad béticos).
Contrajo matrimonio con Fausta Sánchez del Campo (Manila, Filipinas, 1890 – Sevilla, 1937). El matrimonio tuvo tres hijos: Francisco (mi padre, casado con María Pilar Rivas), José Luis y Chita (casada con el conocido notario Francisco Cruces Márquez). Desgraciadamente, el segundo de ellos falleció de un shock anafiláctico tras una vacuna dispensada por su propio padre a la edad de dos años. Quedó viudo en 1937.
Su éxito profesional le llevó a ser el médico de cabecera de muchos miembros de la alta sociedad sevillana. Por otro lado, también fue médico de Santa Ángela de la Cruz, del Seminario Metropolitano y de los cardenales Eustaquio Ilundain, Pedro Segura y Sáez y José María Bueno Monreal.
A su vez, realizó una amplia labor social como patrono del Real Patronato de Casas Baratas y ofreciendo su trabajo gratuito a las capas más desfavorecidas de la sociedad.
Presidente del Real Betis Balompié
Ocupó la presidencia del Real Betis Balompié desde el 13 de agosto de 1935 hasta principios del año 1936. Junto a él, la junta directiva la formaban: vicepresidente primero Manuel Alonso Cueli, vicepresidente segundo Valentín Pérez Martínez, secretario Antonio González de Nicolás, vicesecretario Pedro Barroso de Pando, tesorero Francisco Lazo Orta y contador José Wesolowski Zaldo. La temporada 1935-1936 finalizó con un séptimo puesto del Betis en la Liga con 20 puntos.
Fundación de la Clínica Nuestra Señora de los Reyes
Junto a los doctores Pedro Díaz Tenorio, Pedro de Castro García, Antonio Leal Castaño y Salvador Fernández Álvarez, fundó en 1940 la Clínica Nuestra Señora de los Reyes, a cuya sociedad se unió más tarde el doctor Cristóbal Pera. Levantada en la antigua calle Oriente, hoy Luis Montoto, se la conoció como «la de los toreros» por ser la clínica donde estos se recuperaban de los percances sufridos en la Plaza de toros de la Maestranza. Fue su director casi perpetuo y en ella falleció en el año 1969. La clínica cerró sus puertas en el año 1975, cuando ya era su único propietario su hijo Francisco Navarro Sánchez del Campo.
Hermandad de Pasión
El archivo conserva distintos documentos sobre el pésame y misa que le dispensó la Hermandad, así como la del cardenal arzobispo de Sevilla, Bueno Monreal.
Pasión
«…Cofrade y cristiano ejemplar, caballero y amigo fiel, dejará imborrable recuerdo de su tránsito terrenal…» afirmó Antonio Lafarque, por entonces secretario primero de la Hermandad.
La misa aplicada por la Archicofradía debió celebrarse probablemente el 14 de marzo de 1969.
Cardenal Bueno Monreal
«A mi regreso de Madrid, de la Asamblea Plenario de la Conferencia Episcopal Española, he conocido la triste nueva del fallecimiento de su padre y muy querido amigo mío… con el recuerdo de agradecimiento que debo a su padre que durante tantos años atendió al seminario con cariño y asiduidad, y con el que también muchas veces traté en las reuniones del Real Patronato de Casas Baratas. Su caballerosidad y amistad fueron siempre altamente estimadas por mí».
Se indica a mano: «Celebró una misa en la capilla privada del Palacio arzobispal en su sufragio».
La vocación de mi padre
Aprovecho este recuerdo a mi abuelo para recoradar también la vocación de mi padre por la Hermandad de Pasión:
Era otoño del 37, un joven de dieciséis años, postrado ante Jesús de la Pasión, rogaba por su madre. Ella sufría los dolores del cáncer con los escasos paliativos de la época. Su petición era sencilla: “Señor, dale una muerte dulce”. Los días pasaban y ella había perdido la conciencia, pero el 6 de octubre despertó y, plena de lucidez, se pudo despedir de toda su familia y, especialmente, de su joven hijo. Poco a poco, se fue yendo plácidamente y sus últimas palabras antes de expirar fueron: “Señor, ¡qué muerte tan dulce!”. Esa mujer era mi abuela Fausta Sánchez del Campo, ese joven era mi padre: Francisco Navarro Sánchez del Campo.
Cuando me lo contó, hace ya tantos años, en su despacho en nuestra casa de San Vicente, comprendí algo del porqué de su locura por Pasión. Él encontró en la imagen sublime de Montañés la llamada de Cristo, ante el que todo se desplaza, y, así, él no fue un simple devoto de Pasión, ni siquiera un hermano ejemplar, fue más; la Hermandad fue su centro, su casa, su oficio, su vida.
Juan Pablo Navarro Rivas
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